Nuestra primera parada fue Oviedo, capital del Principado de Asturias. Sin embargo, para ese día teníamos preparada una ruta un poco más especial que perdernos por sus calles, que también lo haríamos, pero al final del viaje. Lo primero que visitamos fueron, entonces, las Iglesias Prerrománicas. Vimos dos: Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, ambas inscritas en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
San Miguel de Lillo |
El día era estupendo y hacía un calorcito poco típico de esas tierras, así que fue muy agradable pasear por la zona del monte Naranco, donde se encuentran. Fue nuestro primer contacto con lo «verde» en Asturias y con los hórreos (una construcción típica de esta tierra que en un principio se edificaba para secar el maíz).
Dejaríamos el turisteo por Oviedo para el último día que, además, amaneció muy lluvioso por lo que vimos pocas cosas y encima mal. A destacar: la Catedral de San Salvador, la plaza El Fontán, el Teatro Campoamor (donde se entregan los famosos Premios Príncipe de Asturias) y, por supuesto, la calle Gascona o «Bulevar de la Sidra», repleta de bares para beber y comer los manjares asturianos, de los que hablaré en otro post.
El siguiente destino sería Gijón, ciudad costera y mayor de Asturias. Aquí paseamos por el barrio de Cimavilla y por el Puerto Deportivo. En este último hay unas letras gigantes de GIJÓN y un árbol de Navidad hecho con botellas de sidra: ¡muy guay para hacerse fotitos!
LAGOS DE COVADONGA
Al planear mi viaje a Asturias, no tenía muy claro cuál sería la ruta a seguir excepto en un lugar: los lagos de Covadonga. Al ser Semana Santa había más turistas y fue un poco caos aparcar. Hay cuatro parkings y dejar ahí el coche tiene un coste de 2 euros. Lo ideal es hacerlo en el más cercano a la Basílica de Covadonga («El Repelao») pero, lo dicho, es toda una odisea.
La Basílica vista desde un bar estupendo que descubrimos |
Nosotras tuvimos suerte y solo necesitamos andar 20 minutos hasta llegar al templo. Algo que desconocía fue la existencia de la Santa Cueva, es decir, una mini-capilla incrustada en la piedra en la que, mientras se da la misa, los turistas merodean por ahí sin reparo. En este lugar hay tres tradiciones: comprar un caramelo gigante (ya sé que dicho así suena raro, pero realmente son más grandes de lo normal), beber de la fuente de los siete caños para casarse y pedir un deseo mientras se arroja una moneda al agua.
Según dicen, las escaleras por las que hay que ascender hasta ella se denominan «Escaleras de las promesas» y son a menudo utilizadas por peregrinos que las suben de rodillas cumpliendo una promesa o haciendo una petición a la Virgen que se encuentra en el interior de la capilla.
Después de esta visita tan interesante, ya sí, tocaban los lagos. En Semana Santa solo es posible acceder en autobús, aunque en una época fuera de la afluencia turística es posible subir el coche propio . La carretera no podía ser más curva ni más estrecha, pero el miedo que pasas pensando que te puedes despeñar desde tremenda altura se compensa con el increíble paisaje.
Contrariamente a lo que creía, una vez en los lagos había que andar. Mucho. Lo más famosillo es, obviamente, el Lago Enol y Lago Ercina, aunque también hay otros puntos a tener en cuenta dentro del Parque Nacional como el Centro de Visitantes «Pedro Pidal». El Enol lo encontramos enseguida, ya que se ve desde la misma carretera, pero para llegar hasta el Ercina tuvimos que casi mover cielo y tierra. Al final descubriríamos que no era tan difícil acceder hasta él y que bastaba con no equivocarse al leer las indicaciones. Eso sí, valió la pena pese al cansancio.
Lagos de Covadonga |
Como información, los lagos se hallan en el Parque Nacional de los Picos de Europa. El lago Enol es el más grande y está situado a más de 1.000 metros de altitud. Por su parte, el Ercina, se ubica un poco más arriba.
El transporte público es la ÚNICA manera de llegar a los lagos: en Semana Santa, en el Puente de Mayo, en verano (finales de julio a principios de septiembre) y en el Puente de la Constitución.