Viaje a los Balcanes. 6ª parada: Novi Sad

Qué ver en Novi Sad

Después de una parada de algo más de un mes, ya estoy aquí de nuevo para contaros la penúltima parada de mi viaje a los Balcanes (sé que estabais expectantes), que realicé entre octubre y noviembre de 2015. Tenía claro que quería ver Novi Sad y más sabiendo que se localiza a unos 70 kilómetros de Belgrado, una distancia muy similar a la existente entre Madrid y Toledo, que yo conozco muy bien. Es cierto que podría haber ido y vuelto en el mismo día, pero, no recuerdo por qué, decidí hacer noche allí. Esta decisión tuvo su parte buena y su parte mala. La mala: me faltó tiempo para ver el bello Belgrado. La buena: conocí a gente estupenda en Novi Sad y fue de las mejores experiencias (en lo que respecta a socializarse) del viaje.

Hasta Novi Sad decidí ir en Blablacar, ya que estaba cerquita y era una oportunidad para conocer gente. Sin embargo, la jugada no salió tan bien como esperaba porque compartí coche con dos amigas serbias que no pararon durante todo el viaje de conversar en su idioma y ¡no me hicieron ni caso! Lo bueno: que tengo un nuevo comentario positivo en mi perfil y encima de otro país, lo que da más caché, jiji.

¿Qué ver en Novi Sad?

Novi Sad es una ciudad situada al norte de Serbia y capital de la Voivodina (una de las provincias autónomas del país; la otra «es» Kosovo). Está bañada por el río Danubio y es bastante pequeñita (puede visitarse en apenas un día).

Al pasear por el centro, me sorprendió la cantidad de pizzerías que hay, aunque también hay muchos restaurantes que sirven pescado y otros bares muy chic, pero con precios supereconómicos. ¿Qué ver en Novi Sad?

– La principal atracción de Novi Sad es la Fortaleza de Petrovaradin, a la que se accede cruzando un puente (es una pequeña caminata desde el centro). Según explica mi guía (lo sé, tengo una guía para todo), esta fortaleza se conoce como «el Gibraltar del Danubio», dada su posición en lo alto de una colina. Fue construida entre 1692 y 1780 y abarca una superficie de 112 hectáreas. Algo curioso que encontraremos aquí es la Torre del Reloj con el «reloj loco», pues tiene las agujas cambiadas (la más grande es la que indica la hora), de modo que los barcos puedan ver la hora desde lejos.

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Torre del «reloj loco»

Ayuntamiento. Preside la plaza principal del stari grad o centro urbano. Se construyó en el año 1894 y, según dicen, está inspirado en el de la ciudad austriaca de Graz.

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Ayuntamiento de Novi Sad

Iglesia del Nombre de María. Justo enfrente se alza este templo neogótico. Alrededor de estos edificios encontramos pintorescas casas que dan el toque de color a una plaza bastante amplia y bien cuidada.

– Casa de Albert Einstein. Sin duda, uno de los descubrimientos de Novi Sad y que pide a gritos un «¿sabías que…?». Y es que, ¿sabías que Einstein estuvo viviendo en Novi Sad junto a su esposa Mileva Maric (natural, de hecho, de Novi Sad)? Es más, uno de sus hijos fue bautizado en la iglesia Sveti Nikola. En la calle Kisacka 20, donde se ubica la casa, hay una plaquita que recuerda el paso del prestigioso físico por Novi Sad.

¿Dónde comer en Novi Sad?

En Novi Sad se puede comer bueno, bonito y barato. Si buscas un restaurante tradicional, uno de los mejores (y recomendado, de hecho, por un local) es Lipa, situado en la calle Svetozara Miletića 7. Aquí probé la Karađorđeva šnicla, una especie de flamenquines. ¡Deliciosos!

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«Flamenquines» serbios

Otro restaurante que me recomendaron (al que no llegué a entrar) fue Fontana, en la calle Nikole Pašića 27.

Mi experiencia en Novi Sad

Como comenté al principio, a Novi Sad llegué en Blablacar. No me lo monté muy bien, pues lo cogí relativamente temprano en Belgrado pensando en llegar de día a Novi Sad y poder ver algo con sol. El resultado: perdí tiempo de estar en Belgrado por irme a la hora de comer y además ya estaba oscureciendo cuando llegué a Novi Sad.

Solo estaría una noche, pero ese hostel (después de la superhabitación de Tuzla y de estar sola en el de Belgrado) me pareció uno de los peores. Además, uno de mis compis de cuarto era bastante seco y era imposible sacarle más que un hello.

Esa noche trabajé un poco con el ordenador y vi el centro. Además, cené en un bar muy chic que, además, resultó muy barato.

A la mañana siguiente, mi vecino de litera (un joven lituano) nos preguntó (al seco y a mí) si teníamos pasta de dientes. Como se la ofrecí yo, comenzamos a hablar y me preguntó si quería irme con él a visitar la ciudad. La verdad es que me había acostumbrado a pasear sola y a ir a mi aire (eso, y que no me apetecía hablar inglés), pero le dije que sí.

Estuvimos visitando la Fortaleza de Petrovaradin y charlando un poco de nuestras vidas. El lituano me contó que acababa de romper con la novia y estaba tan mal que por eso había organizado este viaje y que, al menos, empezaba a sentirse mejor. Después de esta caminata, nos dirigimos al Novi Sad Free Walking Tour que nos habían recomendado. No pudimos acertar más con la idea.El guía era un chico joven llamado Milos, muy agradable y simpático. Nos contó un montón de cosas interesantes sobre la ciudad y Serbia en general.

Yo aproveché para preguntarle algunas cosillas sobre el conflicto serbo-bosnio y me pareció muy curioso que su visión discrepara radicalmente con lo que yo había leído y visto en Sarajevo.También me interesaba mucho el asunto de Kosovo. Me imagino que el rechazo a su independencia será el sentimiento mayoritario entre la población serbia. Es más, me contó que en alguna ocasión había ido con un bus turístico allí y había sido apedreado por, simplemente, ser serbio. Milos nos explicaba que para los serbios puede resultar peligroso viajar a Kosovo, pues es una herida todavía abierta.

Nos comentaba que los albanokosovares radicales habían quemado la mayoría de las iglesias serbias (recordemos que el pueblo albanés es musulmán) y habían obligado a mucha población serbia a huir de allí. Eso sí, al mismo tiempo me «felicitaba» porque España es uno de los países que no reconoce la República de Kosovo.

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Un billete de la época yugoslava de 500.000 millones de dinares (1993)

Hubo tanto feeling entre el lituano, el guía y yo,que nos fuimos a comer a un bar típico (lo que comí, podéis verlo unas líneas más arriba). De hecho, hablaron de quedar más tarde para salir pero, lamentablemente, yo tenía que regresar a Belgrado. Insistieron e insistieron en que me quedara otra noche (tan majos ellos), pero yo ya le había prometido al dueño australiano solitario de mi hostel de Belgrado que esa noche volvería.

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