Viaje a los Balcanes. 5ª parada: Belgrado

Qué ver en Belgrado

En el ecuador de mi viaje por los Balcanes llegué a Belgrado, capital de Serbia. Esta ciudad fue la capital de la antigua Yugoslavia y, de hecho, era la ciudad más grande de esta extinta región. Tiene una población de más de un millón y medio de habitantes, lo que la convierte en una de las más pobladas del sureste de Europa. Te cuento qué ver en Belgrado.

Belgrado es un destino no muy turístico y, me atrevería a decir, casi desconocido, pero son muchos los rincones que lo hacen especial. Me faltó, al menos, un día más allí y, sobre todo, haber ido en verano, pues estoy segura de que durante los meses estivales esta ciudad brilla mucho más y tiene más vida, por ciertos aspectos que detallaré a continuación.

En Belgrado tampoco tuve mucha suerte con el alojamiento (a no ser que se considere positivo el hecho de dormir completamente sola en un hostel), pero sí con la comida, los precios, la amabilidad de los belgradenses…

Llegué desde Tuzla (Bosnia y Hezegovina) en autobús, cómo no. Al igual que me emocionó cruzar la frontera entre Croacia y Bosnia, también me hizo mucha ilusión ver un cartel en cirílico dándome la bienvenida a Serbia. Durante mi estancia en Serbia, quizás no entendía los paneles informativos, ¡pero al menos sí sabía leerlos!

Un último dato. La moneda oficial es el Dinar Serbio:  1€= 120 RSD. Un cambio un tanto chungo, ¿no? Prepara un monedero bien holgado porque imagina la cantidad de billetes que suponen 20€.

 

¿Qué ver en Belgrado?

 

La capital serbia se localiza en la confluencia de  los ríos Danubio y Sava. Si por algo nos suena Serbia, aparte de por su participación en la Guerra de los Balcanes de la que he hablado extensamente en entradas anteriores, es porque fue presidido en la década de los 90 por Slobodan Milosevic, que sería juzgado posteriormente por crímenes de guerra y genocidio durante el citado conflicto. Las repercusiones de sus controvertidas políticas (en Kosovo, por ejemplo) están grabadas a fuego en calles y edificios de Belgrado.

– Plaza de la República. Esta plaza es el punto de encuentro de todos los tours turíticos y se considera el corazón de Belgrado. Desde aquí parten las importantes calles céntricas y comerciales como Kneza Mihaila. En esta plaza está el Museo Nacional de Serbia, el Teatro Nacional y una estatua ecuestre del Príncipe Miguel de Serbia.

– Avenida Terazije. Si continúas por la avenida Kneza Mihaila, observarás que enseguida se convertirá en Terazije, una amplia calle llena de establecimientos que desemboca en la plaza de Slavia. Antes de ello, habrás visto el flamante Hotel Moskva, la fuente de Terazije o el moderno rascacielos Beogradanka o Palacio de Belgrado.

– Catedral de St. Sava. La joya de la corona en Belgrado no podía ser otra que la que se supone que es la catedral ortodoxa más grande del mundo. Su interior es capaz de albergar a más de 10.000 fieles. Su localización y elevación la hacen visible desde todas las carreteras que acceden a la ciudad.

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Catedral de St. Sava de Belgrado

– Kalemegdan. Belgrado está lleno de tesoros. Uno de ellos es Kalemegdan, donde se ubica la fortaleza de Belgrado y que se localiza exactamente en la confluencia de los ríos Sava y Danubio. Este lugar está repleto de pequeños rincones con encanto y desde aquí es posible contemplar el mejor de los atardeceres. En la actualidad es un enorme parque que nos remonta hasta el siglo III a. C.

 

 

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Fortaleza de Belgrado

Barrio bohemio de Skadarlija. A unos metros de la Plaza de la República se encuentra Skadarlija, un barrio de calles empedradas y multitud de coloridos restaurantes. Constituye un idílico paseo y es una de las áreas más coquetas de Belgrado. Recorre la calle Skadarska y sabrás de lo que te estoy hablando 🙂 Se trata de una calle supercorta pero ¡suficiente para acabar enamorada de las pintorescas fachadas!

 
 

 

Bares coloridos

– Ada Ciganlija. Por lugares como este, me arrepiento de no haber ido en verano. Ada Ciganlija es la «playa de Belgrado». Así como en invierno es un extenso parque en el que pasear o ir en bicicleta, en los meses más calurosos se transforma en una auténtica playa con chiringuitos, gente tomando el sol, bañándose, etc. Además, para los noctámbulos, hay una hilera de bares flotantes chulísimos. En la época en la que fui yo, claro está, estaban cerrados.

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Bares flotantes de Ada Ciganlija

– Edificios bombardeados por la OTAN. Esta supuso una de las visitas más frikis de Belgrado para mí y, al mismo tiempo, más interesantes. En el mapa que me dieron en el hostel hay una serie de edificios señalados con esta denominación. ¿Edificios bombardeados? En efecto. Para entenderlo hay que remontarse a 1999, año en el que la OTAN inició una oleada de bombardeos sobre edificios clave de la capital serbia, entre otras infraestructuras, (los dos edificios del Estado Mayor del Ejército yugoslavo, la sede de la Policía Federal yugoslava o el Ministerio de Defensa, por citar algunos) como represalia por la actuación de Milosevic en Kosovo. El ataque en cifras: 14.000 bombas, más de 2.000 muertos y más de 40.000 casas destruidas en toda Yugoslavia. En este enlace se puede ver un documental sobre este cruento episodio.

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Edificio bombardeado. Impresiona, ¿eh?

– Parque Tasmajdan. En este parque pueden visitarse dos lugares de interés. Por un lado, la iglesia ortodoxa de San Marcos (muy vistosa, de mis favoritas) y, por otro, el edificio de la televisión estatal serbia, derruido durante los ataques de la OTAN y que se ha mantenido tal cual quedó, al igual que los mencionados anteriormente, como un memorial.

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Iglesia ortodoxa de San Marcos

Mi experiencia en Belgrado

A Belgrado llegué en bus desde Tuzla (Bosnia y Herzegovina). Hacía mucho más frío que en las otras ciudades que ya había visitado. Mi alojamiento durante las tres noches siguientes sería en un hostel situado en la calle Brankova, actualmente cerrado. La razón de este cese de negocio lo viviría en mis propias carnes: la escasa afluencia de huéspedes. No en vano, dos de las tres noches que dormí allí, las pasaría completamente sola en el hostel y, cuando digo sola, me refiero a que ni siquiera el dueño dormía allí. ¡Qué lástima no haber tenido amigos para haber montado un fiestón allí!

El dueño, por su parte, era un australiano al que le entendía el 30% de las cosas que me decía (tirando por lo alto). De hecho, me explicó el porqué de la escasez de turistas en su hostel. Me pareció entender que por los refugiados, pero no me queda muy claro qué relación había entre ese hecho y que Belgrado recibiera pocos visitantes. En fin…

Además, como el pobre estaba todo el día solo, en cuanto aparecía yo por la puerta, le entraban unas ganas locas de contarme toda su vida y yo me tenía que esforzar al 100% para pillar alguna palabra con su gangoso acento. Un estrés de hombre, aunque, la verdad, se portó muy bien conmigo y me ayudó a encontrar transporte para el trayecto Belgrado- Timisoara que, por lo visto, era casi misión imposible.

Belgrado me pareció incluso más barato que Bosnia y Herzegovina en el tema de la comida. Ya que anochecía bastante pronto, ni me paraba a comer y me compraba porciones de pizzas gigantes para el camino. Eran tan gigantes que ¡te las daban dobladas! jiji. Lo mejor, claro, el precio. Probablemente, menos de 1€ la porción.

Una de las anécdotas más curiosas de Belgrado fue la «conversación» que tuve con un policía que custodiaba uno de esos «edificios bombardeados» de los que hablaba antes. Aunque impresiona verlos en pie y medio derruidos, ya había leído algo sobre ellos. Sin embargo, me hice la turista despistada y le pregunté a aquel amable agente que por qué estaba ese edificio en tal estado.

«Because of Milosevic» me respondió y yo le contesté «Ah, ok» (tampoco me estaba dando mucha información). Entonces, él cambió su semblante y me espetó «It´s not ok«. Y yo, nerviosa pensando que me iba a detener por relativizar ese hecho, le traté de explicar que con ese ok no me refería a que me pareciera bien, sino a que había entendido el porqué. Al final, el agente me dijo que no me preocupara, que estaba bromeando. En fin…

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Antigua sede de la Televisión Estatal Serbia

Algo que me sorprendió de Belgrado es que hay una calle que se denomina Gavrilo Princip, en memoria del serbo-bosnio que asesinó en Sarajevo a Franz Ferdinand, heredero a la corona de Austria-Hungría, un suceso que provocó el estallido de la I Guerra Mundial. Me resultó curioso porque para muchos historiadores se trata de un terrorista o, al menos, de un asesino. Sin embargo, en Serbia parece que es considerado todo lo contrario: un héroe nacional que liberó a Bosnia de la dominación austrohúngara y que merece tener una calle.

Por último, en Belgrado tuve la experiencia más tensa de todo el viaje. Era de noche y yo acababa de llegar al hostel después de todo el día fuera. El australiano me dijo que iba a hacer la compra y que volvía enseguida, así que me quedé sola de nuevo allí. Entonces, llamaron al telefonillo y un hombre con mal inglés que solo acertaba a decir tourist, me solicitó que, por favor, le abriera. Como pensaba que quizás se trataba de un viajero, accedí y este subió.

Era un tipo muy raro, de mediana edad y ruso. No llevaba equipaje y solo una bolsa de plástico. Apenas hablaba inglés y tenía un aspecto extraño y una actitud aún más, ya que decía que estaba hambriento y comenzó a sacar comida de su bolsa y a servírsela en platos del hostel. Como si estuviera en su casa, vamos. Por si esto fuera poco, empezó a darme abrazos y se puso muy cariñoso conmigo.

No sé por qué se me pasó por la cabeza la idea de que podía ser un terrorista checheno (un poco flipada yo, ya) o, al menos, alguien con oscuras intenciones. Como no quería que notara mi nerviosismo, le conté que estudiaba ruso y comencé a chapurrear unas cuantas palabras. Así le entretenía y le desviaba de sus, pensé, nada buenas pretensiones.

Pasaron solo 10 minutos hasta que llegó el australiano, pero se me hicieron eternos. El hombre no tenía dinero y quería conseguir cama gratis, así que finalmente no se quedó a dormir esa noche. Y yo me pregunto: ¿qué noche hubiera pasado yo si hubiéramos estado los dos solos en el hostel, dado que el australiano nunca dormía allí? ¡Mejor no haberlo averiguado!

 

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