El motivo que me llevó a elegir visitar Timisoara (Rumanía) para finalizar mi ruta por los Balcanes no fue nada romántico, sino eminentemente práctico: me salía barato volver a Madrid desde allí. Timisoara se localiza muy cerca de la frontera con Serbia (mi anterior parada) y, además, era una ciudad que pintaba bien. No necesitaba más razones que esas.
Información útil de Timisoara
Timisoara se sitúa al oeste de Rumanía, muy próxima a la frontera con Serbia y Hungría. Capital de la región del Banato, la ciudad acogió en el año 1989 importantes levantamientos contra Ceaușescu. La rebelde ciudad, así, fue clave para derrocar al dictador y cambiar el rumbo del país. La emblemática Plaza de la Ópera fue el lugar escogido por los manifestantes para congregarse y exigir el fin del régimen.
Si vas a visitar Timisoara, necesitarás cambiar dinero a la moneda local. Recuerda que 1 euro =4,4 lei.
En la actualidad, Timisoara es candidata a Capital Cultural Europea 2020 y, por ello, está siendo rehabilitada. Debido a esto, quizás no sea el mejor momento para conocer la ciudad. El fin de semana que yo estuve, a las bestiales obras que invaden todo el centro y que afectan a los principales atractivos turísticos, se sumó una espesa niebla que apenas dejaba ver nada. Estoy segura de que es una ciudad bastante bonita, pero creo que escogí los peores días para comprobarlo.
Dónde alojarse al visitar Timisoara
Si bien no está demasiado céntrico (a unos 20 minutos andando del centro), el hostel en el que me alojé me pareció acertadísimo. De Hostel Costel me gustó sobre todo su aspecto hippie y su terraza con cojines de colores (que no pude disfrutar por las bajas temperaturas). Además, el desayuno estaba incluido en el precio (bastante simplón, pero aceptable).
Otro punto a favor es la cercanía con la parada del autobús del aeropuerto (a menos de 10 minutos andando). También muy cerca hay un supermercado y un mercado abierto de fruta y verdura típico.
Estupenda terraza de Hostel Costel |
¿Cómo llegar a Timisoara desde Novi Sad?
Como he dicho antes, desde Timisoara salía mi vuelo hacia Madrid, por lo que tenía que llegar desde Serbia (Belgrado/ Novi Sad) como fuera. Esta pregunta estuvo rondando en mi cabeza durante varios días y también en las búsquedas en Google.
Desde Novi Sad apenas hay 230 kilómetros hasta Timisoara, por lo que me parecía incomprensible que no hubiera forma de conectar ambas ciudades por bus o tren. Me volví loca buscando en Internet, pregunté en Couchsurfing, en mi hostel de Belgrado, etc.
La información que encontré era bastante confusa, ya que todo apuntaba a que debía coger un autobús desde Belgrado hasta Vrsac (municipio serbio junto a la frontera) y allí coger un tren hasta Timisoara, sabiendo que solo había dos diarios y que podían no coincidir bien con mi hora de llegada. Incluso, había algún foro que recomendaba cruzar la frontera a pie y, una vez en territorio rumano, coger un autobús en el primer pueblo hacia Timisoara. Un jaleo, ¿no?
Al final me abrumé y el dueño de mi hostel en Belgrado me dijo que lo mejor era contratar un minibús de puerta a puerta, es decir, me recogía en mi hostel y me dejaría en la puerta del de Timisoara. Si no recuerdo mal, me costó alrededor de 30 euros y, aunque me evitó problemas, fue un poco rollo, dado que tenía que recoger a todos mis compañeros de viaje (éramos unos cinco) y dejarlos en sus casas.
¿Qué visitar en Timisoara?
Mi primer día allí amaneció nuboso y gélido, pero no me iba a quedar en el hostel por eso, claro. Mi, en ocasiones, mal sentido de la orientación hizo que confundiera una de las plazas principales que visitar en Timisoara (Libertad) con otra plaza, bastante chula, por cierto, en opuesta dirección. De hecho, grabé un vídeo a mis familiares contando superconvencida que estaba en la Plaza de la Libertad, cuando, en realidad, no. Incluso, me tomé la libertad de decir que estaba ¡vacía! Y ¿qué esperaba? ¡¡Si estaba en un barrio marginal a las afueras!! En fin…
Anécdotas aparte, empecemos.
1.- Puente Decebal. A pocos minutos andando del hostel te encuentras el primer must see. Este puente fue construido en el año 1909.
2.- Plaza Unirii. La Plaza de la Unión es la más antigua de la ciudad. En el medio encontramos la Estatua de la Trinidad, edificada en memoria de las víctimas de la peste negra que asoló la ciudad entre los años 1738 y 1739. Pese a la niebla y las obras (jo, ¡me pilló todo!) aún pude observar que la plaza es muy pintoresca, repleta de casitas de colores.
La Plaza Unirii, en obras y con niebla |
3.- Plaza de la Libertad. Es la tercera plaza más grande del casco histórico de Timisoara y antiguamente albergaba el Ayuntamiento. Suele ser lugar de paso entre las plazas Unirii y la de la Ópera. A solo unos pasos se localiza una antigua sinagoga, utilizada a día de hoy para conciertos y exposiciones.
4.- Plaza de la Victoria o Plaza de la Ópera. Sin duda, uno de los espacios más importantes que visitar en Timisoara. Fue en esta plaza donde se manifestaron miles de personas en diciembre de 1989. Timisoara fue la primera ciudad declarada libre del comunismo y se hizo precisamente desde el balcón de la Ópera.
Seguro que recuerdas que a finales de octubre de 2015 hubo casi una treintena de muertos y más de un centenar de heridos en un incendio en una discoteca en Bucarest. Pues bien, este lugar tan simbólico fue el elegido por los habitantes para manifestarse y pedir explicaciones al Gobierno por lo sucedido.
Al fondo, la Plaza de la Ópera |
5.- Catedral metropolitana. Justo enfrente de la Plaza de la Ópera se erige el mayor reclamo turístico de la ciudad. Me considero una enamorada de las iglesias ortodoxas y no esperaba toparme con una así de impresionante. Se construyó a finales de los años 30. La pena, de nuevo, es que con la niebla apenas podía apreciarse bien. En las inmediaciones hay un montón de panaderías/pastelerías que venden productos riquísimos y baratísimos.
La niebla desluce la Catedral |
6.- Plaza Trajano. ¿Recuerdas que al principio comentaba que confundí la Plaza de la Libertad con otra? Pues la confundí con la Plaza Trajano, situada fuera del casco antiguo. Esta plaza es el centro de la zona industrial y comercial de Timisoara y, pese a que hoy en día está en decadencia, solía ser un sitio bastante animado, pues aquí se realizaba un concurrido mercado. De acuerdo a mi guía, el lugar tiene mucho potencial para convertirse en el epicentro de la fiesta de la ciudad, aunque las cosas van despacio.
La Plaza Trajano, solitaria |
7.- Parques. Si te gustan los parques, Timisoara cuenta con un buen número de ellos. El mayor de ellos es el Parque Central, junto a la Catedral. Si tienes perro, mi guía recomienda el Parque Poporului, perfecto también para pasear en bicicleta. Está junto al puente Decebal.
¿Dónde comer en Timisoara?
En mi hostel cogí una guía para visitar Timisoara muy útil que, además, incluía varias recomendaciones de restaurantes. Pude probar dos de esos restaurantes recomendados. En el primero tuve un curioso acompañante (lo cuento más adelante) y el segundo es uno de los mejor valorados. Son estos:
– Leonardo Da Vinci. Justo al lado de la Plaza Trajano está este restaurante que reconocerás por sus cristaleras de colores. El interior también es bastante pintoresco. Fue un show hacerme entender con los camareros, pero, finalmente, escogí un plato rico-rico: mamaliga con queso, una especie de polenta (harina de maíz) rociada con queso fundido.
Mamaliga típica |
– Casa Bunicii. Este restaurante está un pelín retirado del centro, aunque su descripción «comida de la abuela» fue lo que me llamó la atención. Se localiza en la calle Zoe. Hay que dejar la Catedral metropolitana a la derecha, atravesar el puente y caminar unos minutos por la calle B-dul Mihai Viteazu. Cuando cambie de nombre, sabremos que estamos cerca. Aquí comí un pollo, también delicioso, con salsa de cerezas.
Mi experiencia en Timisoara
En Timisoara pasé los dos últimos días de mi viaje de dos semanas por los Balcanes. El hostel me dio muy buena impresión y, como llegué a la hora de comer, dejé mis bártulos y me fui a la calle.
Como comenté líneas más arriba, me equivoqué de dirección y llegué emocionada a una plaza muy bonita creyendo que era la principal. Me sorprendió que estuviera tan vacía para ser el centro, pero tampoco le di importancia. Unos minutos más tarde me percataría de que, realmente, estaba en un barrio retirado del casco antiguo, así que ¡a deshacer lo andado!
Según caía la tarde se iba notando el frío. Además, apenas llevaba abrigo. Estaba hambrienta y congelada, así que mi prioridad era buscar algún restaurante. Mientras paseaba por la Plaza de la Ópera, un chico me preguntó si podía hacerle una foto. No recuerdo bien cómo ni por qué, pero se unió a mi plan de buscar un restaurante. Era turco y me contó que estaba de viaje de negocios, pues trabajaba para una empresa que vendía aparatos de calefacción. Finalmente, acabamos en el restaurante ‘Leonardo Da Vinci’, que estaba vacío, aunque, la verdad, dimos tanta guerra para que nos explicaran los platos de la carta, que los camareros estuvieron un rato entretenidos.
La situación surrealista del viaje se dio cuando, como comentario, le dije al turco que hacía fresquete en el restaurante y, acto seguido, pidió hablar con algún responsable del local para intentar hacer negocios con él (recordemos que vendía aparatos de calefacción). Así que ahí estaba yo cenando sola en la mesa mientras el turco y el gerente (o camarero o quien fuera) se pusieron a analizar los radiadores de la sala para ver las posibles soluciones para caldear el sitio.
Terminamos de cenar y salimos a la calle. Hacía un frío aún más horrible que antes y el turco tuvo la estupenda idea de invitarme a un café (a las 23.00 horas, muy lógico) a su hotel. Así que viéndole las intenciones a aquel hombre de negocios, le dije que no, que ya hablaríamos por Facebook. Cabe mencionar que el buen turco me agregó, pero nunca le acepté.
Al día siguiente había una niebla muy muy densa y hacía también un frío polar. Una lástima porque tenía todo el día para visitar la ciudad y no eran las condiciones más propicias para hacerlo. Pasé el día pateando el centro y de cafetería en cafetería para entrar en calor. Como anochecía enseguida, me fui prontito al hostel a escribir un poco y a preparar la mochila para volver a España al día siguiente.