Uno de los viajes que recuerdo con más cariño fue en 2005, a Edimburgo. Era la primera vez que salía de España oficialmente y lo hacía para mejorar mi inglés. Por delante tenía todo julio y agosto, meses en los que trabajaría de housekeeper, es decir, de chica de servicio de habitaciones.
Los primeros días fueron magníficos, todo era nuevo y curioso y mis acompañantes y yo no podíamos estar más encantadas. Hasta nuestro trabajo nos gustaba. El problema fue, precisamente, que este escaseaba y por motivos varios nos vimos obligadas a dejar antes de lo previsto esta maravillosa ciudad. No obstante, aunque con pocos pounds en el bolsillo, decidimos, antes de volver a casa, emprender una ruta en busca del monstruo del lago Ness.
Lo primero que hicimos fue preparar nuestro mini equipaje, pues iríamos unos tres días y no era necesario llevar mucha ropa y, de hecho, ya que nuestro viaje comenzaba en Glasgow, teníamos que cargar un día entero con nuestra mochila. Por ello, decidimos ser prácticas y olvidarnos de ñoñerías típicas de mujeres: llevaríamos un solo pantalón, el puesto.
Edimburgo y Glasgow están separados por aproximadamente una hora de carretera. A nuestro primer destino, entonces, accedimos de forma muy fácil.
Glasgow es la ciudad más grande de Escocia, muy industrial y de gran vida universitaria. No me pareció muy bonita. Gracias a Internet y mis fotos puedo recordar que visitamos George Square, punto de partida para recorrer el centro. Por supuesto, hay que incluir la Catedral de Glasgow, conocida como San Mungo. Supongo que el resto del tiempo lo emplearíamos en ir de pintas, la afición por excelencia de los británicos.
Cayó la noche y no habíamos reservado alojamiento alguno, así que no tuvimos más remedio que pasar la noche en la estación de autobuses, pero en un banco a la intemperie. Recuerdo que pasé un frío horrible y sí, esa fue la primera vez que dormí en la calle, aunque no sería la única.
La llegada a Inverness
A la mañana siguiente nos esperaba un bus con destino a Inverness, un cálido transporte en el que aprovechamos para dormir lo que no habíamos dormido en esa gélida noche de julio.
Inverness se considera la capital de las Highlands o Tierras Altas y es una pequeña localidad ubicada en la desembocadura del lago Ness y punto de origen de la mayoría de personas que deciden hacer este fantástico recorrido por uno de los lagos más misteriosos del mundo.
Castillo de Inverness |
De aquí podemos destacar el Castillo de Inverness y las numerosas referencias al monstruito que todo el mundo desea encontrar y nadie logra.
Dado que no disponíamos de mucho tiempo, solo pudimos conocer un pueblo llamado Drumnadrochit en la ribera del lago Ness. Nos pareció un sitio idílico y fuimos conscientes de que estábamos en uno de los entornos más hermosos de Europa.
Urquhart Castle y lago Ness |
Como punto turístico hay que señalar las ruinas del Castillo Urquhart, del cual dicen que, una vez, fue uno de los castillos más grandes e impresionantes de Escocia.
Por supuesto no encontramos a Nessy, pero descubrimos uno de los lugares que hay que visitar al menos una vez en la vida.