Cuando llegamos a Montenegro, pensé que realmente debería llamarse «Monteverde» por sus paisajes y naturaleza en estado puro. Se trata de un país pequeñito, de unos 600.000 habitantes, cuya capital es Podgorica. Curiosamente, la moneda es el euro. Cuenta con alrededor de 300 kilómetros de costa, su principal atractivo. Todo parece indicar que la costa de Montenegro y Kotor en especial de aquí a unos años estará muy de moda, tal y como ha ocurrido en el caso de Croacia. De hecho, Dubrovnik es un destino turístico cada vez más popular dentro de Europa, no solo para los frikis de ‘Juego de Tronos’, sino porque la ciudad bien merece la pena. Así, me esperaba la costa montenegrina como una prolongación de la croata (en belleza), pero más barata.
Dada la cercanía de Dubrovnik (donde aterrizamos) con Kotor, decidimos que este pueblecito famoso por su bahía sería el punto de partida para descubrir la costa de Montenegro.
¿Cómo llegar a Kotor desde Dubrovnik?
Para llegar a Kotor desde Dubrovnik se puede ir fácilmente en autobús. No hay una gran frecuencia de paso, pero sí que hay un par de buses que conectan ambas ciudades por la mañana. Básicamente, las opciones son: 8.15 horas y 11.00 horas. Nuestra idea era tomar el segundo, sobre todo para no darnos el madrugón del siglo (qué ingenuos éramos, pues este sería el menor de todos), pero la señora que vendía los billetes nos dijo que ese autobús era de una compañía montenegrina y que no podían asegurar su puntualidad y no se responsabilizaban de posibles demoras. Nos lo vendió tan mal que optamos por coger el autobús de las 8.15 horas (de compañía croata) que, por lo visto, era un poco más barato y 100% seguro. Nos costó 125 kunas (unos 17 euros).
El trayecto, aunque largo (alrededor de 3 horas), fue de lo más bonito. Fuimos casi todo el tiempo por la costa, con unos paisajes increíbles. Cuando entramos en Montenegro, descubrimos pueblos diminutos pero chulísimos, todos ellos con impresionantes montañas como telón de fondo.
Ya que Kotor se encuentra en una bahía, para acortar el trayecto tuvimos que tomar un barco transbordador en Herceg Novi. Nos dejaron bajar del autobús mientras cruzábamos hacia la otra orilla y fue muy emocionante ese primer contacto con Montenegro, con esas vistas.
La llegada a Kotor
Aunque muchos no hayan escuchado hablar de Kotor nunca, lo cierto es que cuando llegas (sobre todo si es agosto) te parece el destino más turístico del mundo. Las carreteras están absolutamente colapsadas, hay atascos y, lo más importante, enormes masas de gente. Eso sí, luego compruebas que la mayoría provienen de cruceros que pasan la mañana y luego se van. No obstante, me resultó curioso que una ciudad con un puerto tan pequeño en medio de una bahía, recibiera trasatlánticos gigantes que casi te tapaban todas las vistas.
No tenía muy claro dónde quedaba nuestro alojamiento (en Dobrota), así que cogimos un taxi desde la estación de autobuses, al llegar. Parecía que estaba en el pueblo de al lado y habría que estar continuamente cogiendo transporte público para llegar a Kotor, pero en apenas unos 20 minutos andando llegabas al centro. Por no alojarnos en el centro, además, los precios eran más bajos. Algo importante porque sí, Kotor es «caro».
Lo entrecomillo porque no es ni mucho menos como Dubrovnik, pero sí que resulta caro en relación a tus expectativas sobre Montenegro. El centro está atestado de restaurantes para turistas con precios nada friendly y comer en uno de ellos no baja de los 10 euros. Más barato que en España, claro, pero bastante caro en comparación con, probablemente, el resto de Montenegro.
¿Qué ver en Kotor?
Kotor se localiza junto al fiordo, dicen, más grande del sur de Europa. Lo primero que sorprende es su abrupto entorno, pues Kotor se encuentra rodeado por montañas a orillas del mar Adriático. Eso sí, más bien parece tratarse de un lago.
La puerta del Mar es el principal acceso a la muralla. Junto a ella hay un banco gigantesco para sentarse, que hace las delicias de los turistas (y de mi compi de viaje también jaja). Al entrar, lo primero que se observa es la Torre del Reloj en medio de la Plaza de Armas, repleta de restaurantes y de visitantes. En este punto, sabes que el casco histórico te gustará, pero, como siempre ocurre, la avalancha de turistas resta encanto.
La arquitectura de las casas de Kotor resulta familiar y, desde el principio, me dio la sensación de estar en Italia. Esto se entiende al descubrir que fue territorio veneciano desde el siglo XV hasta finales del siglo XVIII. Durante estos más de tres siglos, Kotor era conocida como Cattaro. Formaba parte de lo que se denominó la Albania veneciana.
El casco histórico está lleno de palacios, iglesias, plazas y museos tan curiosos como uno dedicado enteramente a los gatos. El templo más importante es la Catedral de San Trifón, del siglo XII. También, las iglesias ortodoxas de San Nicolás y San Lucas.
Kotor no puede comprenderse sin su bahía y para contemplarla en su esplendor, la mejor idea es subir hasta el Castillo de San Juan (o, al menos, hasta donde permitan las fuerzas). En pleno agosto, lo mejor es iniciar la subida a partir de las 18.00 horas para no hacerlo con todo el calorín. El ascenso completo (hasta la fortaleza) puede suponer una hora, pero nosotros nos rendimos en la iglesia de Nuestra Señora del Remedio (unos 20 minutos, pero cuesta arriba). Un consejo: merece la pena no quedarse en esta pequeña explanada de la iglesia y subir un pelín más, pues las vistas son aún más maravillosas si le añadimos el campanario de este templo. Poco después, se puso el sol detrás de las montañas y Kotor, de repente, oscureció.
Playa en Kotor
Playa como tal, no hay en Kotor, pero eso a los montenegrinos les da igual porque son capaces de improvisar una en cualquier lugar. En esos días de agosto hacía calor y tener el mar tan cerca y no disfrutarlo nos pareció pecado. Así que salimos fuera de la muralla y caminamos en dirección a la puerta de Gurdic, bordeando el puerto. Descubrimos a lo lejos a varias personas que estaban tumbadas sobre una explanada (sin arena ni nada, todo era cemento) tomando el sol y bañándose. Y es que ya sabes lo que dicen: adonde fueres haz lo que vieres.
Desde allí, teníamos una perspectiva magnífica de la bahía. Son esos pequeños instantes los que te hacen darte cuenta de lo afortunada que eres por tener la oportunidad de conocer lugares como esos.
Cualquier sitio es bueno para tomar el sol |
Un tentempié rico-rico y un bar barato para beber cerveza y vino
Como comenté anteriormente, Kotor está muy orientado al turista y todavía más en los meses de verano. La oferta gastronómica es similar en todos los restaurantes, pero yo, que soy una enamorada de los embutidos y el queso, identifiqué un plato típico que no podía ir sin probarme. No recuerdo el nombre «oficial». Me imagino que algo así como «cheese & ham platter» (en inglés, claro). Lo más fácil es que mires la foto y busques algo parecido. ¡Qué rico!
Plato de embutidos montenegrinos |
Además, también encontramos un bar en pleno casco antiguo donde podías beber cerveza, vino o rakija (un licor superfuerte típico) por poco más de un euro. Cualquier caminata no podía tener un final mejor que ahí 🙂