Guía útil de Marrakech

Marrakech

Marrakech enamora y de ello te das cuenta en los primeros instantes que pasas allí. Así, este artículo no va destinado a describir los principales monumentos o museos cual guía de viaje, sino que versará sobre los pequeños detalles de un viaje en el que todos los sentidos cobran importancia. Se han de mantener los ojos muy abiertos para que la retina pueda captar cada matiz que entra por ella. Aquí empieza esta guía de Marrakech.

Es cuando cae la noche quizás el momento en que más impresiona la popular plaza Jemaa el Fna, el punto de encuentro de la medina. A varios metros de distancia ya es posible ver su iluminación, con espesas capas de humo que se alzan sobre el cielo como si de casetas de feria se tratase. Se trata de una plaza caracterizada por la muchedumbre que en ella transita que, junto a los comerciantes que tratan de atraer al turista a sus puestos vociferando, consigue hacer de Jemaa el Fna un lugar muy peculiar.

Zumos de naranja a 4 dírhams (10 dírhams son aproximadamente 1 euro), quioscos de especias y frutos secos que dotan de colorido a la plaza, así como restaurantes al aire libre para degustar las especialidades marroquíes como pinchos morunos, cuscús, o tajine, un delicioso guiso compuesto por carne, patatas y verdura. Todo ello tan bien dispuesto que te será difícil no caer en la tentación y no sólo porque los comerciantes estén al “acecho” del viandante.

Zocos de Marrakech

Calles para perderse

Sin embargo es únicamente Jemaa el Fna el inicio de un auténtico laberinto de calles. Sabemos dónde empezamos pero no dónde acabaremos. A ambos lados de la calzada súbitamente el turista se verá envuelto en una amalgama de artículos de todo tipo: babuchas, alfombras, lámparas, collares y pendientes, entre otros. Los zocos conforman, de esta manera, una pintoresca fotografía. Además, las especias cobran en Marrakech gran protagonismo, sobre todo en los mercadillos del antiguo barrio judío.

También, pueden adquirirse originales maquillajes o todo tipo de cremas. En este contexto, resulta bastante común que en estos zocos el comerciante invite a un té a la menta a un posible comprador, constituyendo éste un interesante momento que permitirá el acercamiento con su interlocutor marroquí. En ningún sitio como en Marruecos se podrá degustar un té con este intenso sabor, la bebida más típica de estas tierras.

Paseando por Marrakech

Una tarde en el hammam

Pero no todo en Marrakech son prisas ni multitudes. Del estrés de pasear entre los zocos en cuyas calles se amontonan peatones, motos o carretas tiradas por burros pasaremos a un relajado baño árabe o hammam. Es común que los marroquíes acudan a lavarse, ayudándose de cubos de agua caliente, pues tan sólo albergan unos grifos, sobre todo los hammam más tradicionales. En estos las mujeres y los hombres se encuentran separados en distintas estancias y es habitual que tanto ellos como ellas vayan en grupo, pues constituye un ritual social.

El turista, por un modesto precio de unos 10 dírhams puede acceder a estas instalaciones e, incluso, realizarse una completa exfoliación (a manos de un experimentado masajista) con jabón negro y guante de kessa, que se puede encontrar en cualquier bazar. Así, uno se asombrará de la cantidad de piel muerta que estos expertos pueden llegar a extraer.

Ruta en camello

Tras esta relajada actividad, quizás apetezca otra un poco más movida: una ruta en camello. Pese a que normalmente son denominados así, realmente no son camellos tradicionales pues los existentes en Marruecos tienen únicamente una joroba, por lo que es más acertado llamarlos dromedarios o camellos arábigos.

De este modo, el viajero puede dirigirse o bien al Palmeral, a diez kilómetros del centro y que constituye un verdadero oasis que cuenta con más de ochenta mil árboles, o a los jardines de la Menara, cubierto por olivos centenarios.

Ruta en camello por Marrakech

En ambos lugares es posible disfrutar de un agradable paseo montado en este tierno animal, por no menos de 150 dírhams. A lomos del camello uno sentirá más si cabe los rayos del sol, que en verano pueden llegar a asfixiar pero que, entrado el invierno, suponen una dulce tregua a las frías temperaturas de la Península Ibérica.

[Publicado en diciembre de 2010 en suite101.net]

0 respuestas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *