Bali es el paraíso de los mochileros. Y no es para menos porque la isla más famosa de Indonesia ofrece precios muy asequibles en todo: desde el alojamiento hasta la comida. Además, la oferta hotelera es tan amplia que es fácil encontrar desde hostels tirados de precio hasta hoteles todo incluido para quienes estén de luna de miel. Después de dormir en Bali en una villa de lujo (y en un Hotel Meliá frente a la playa) precisamente pensé que va a ser difícil superar ese tipo de hoteles en mi futura luna de miel. ¡Bali dejó el listón muy alto en cuanto a alojamientos! Os cuento por qué.
Cuando planeas un viaje a Bali, es usual dividirlo en dos partes. El pueblo de Ubud (en el interior de la isla) suele ser el mejor centro de operaciones para explorar las entrañas de la isla: los arrozales, los cientos de templos, las cascadas y paisajes varios. Por su localización más o menos estratégica, Ubud, de hecho, se ha convertido en un destino de moda y está lleno de tiendecitas de suvenirs, hoteles cuquis, boutiques de moda y restaurantes bonitos que mezclan el exotismo de Asia con las comodidades de Occidente. Por ello, es habitual ver a más turistas por sus calles que a los propios locales. La segunda parte de los viajes a Bali suele desarrollarse en la zona sur, que concentra las mejores playas de la isla. Sea en Nusa Dua (este) o en el oeste. Hablaremos de esto más adelante.
Mis vacaciones en Bali fueron muy diferentes a las que yo hubiera planeado si hubiera viajado sola. Pero por circunstancias, fue un viaje por todo lo alto. Muy luna de miel, sobre todo viendo los hoteles que escogimos.
Por qué dormir en Ubud en una villa
La primera parte del viaje tuvo lugar, como no podía ser de otra manera, en una villa. Al buscar alojamiento, enseguida te das cuenta de que predomina una tipología de hospedaje que encaja a la perfección en el entorno. Ubud es un destino exótico, verde y tropical. Hay monos por las calles y templos increíbles cada dos pasos en medio de las viviendas. Hay pequeños altares esparcidos por las calles con flores y sus habitantes visten el pareo largo tradicional, sean hombres o mujeres. En un contexto así, no pega mucho un hospedaje al uso y, si te lo puedes permitir, lo más recomendable es dormir en Ubud en una villa.
Nosotras elegimos la maravillosa Griya Shanti Villas & Spa, una villa situada a unos 15 minutos en coche del centro de Ubud. El alojamiento era espectacular, con suites con piscina privada, masajes, terraza-restaurante al aire libre con vistas… Nos recibieron con un ritual balinés y nos acompañaron posteriormente a nuestra pedazo de suite. Bueno, en realidad, dos pedazo de suites, cada una con baño y de decoración rústica-exótica. Presidía nuestro pequeño remanso de paz una piscina con dos hamacas. Con una villa así, no cabía otra que repartir el tiempo entre explorar Bali y descansar sobre la tumbona.
Como si de una luna de miel se tratara, un día pedimos un “desayuno flotante” con forma de corazón para disfrutarlo dentro de la piscina. Por supuesto, la realidad no es tan idílica como parece en las fotos. Las mañanas en Bali son fresquitas y más si te metes en el agua gélida de la piscina a las 8.00 am. Y es que a esas horas ciertamente lo que menos apetece es bañarse, pero ¡todo sea por el postureo!
Alojarse en un hotel de lujo en Nusa Dua
¿Qué sería de una luna de miel sin ir a la playa? Bali también ofrece espléndidos hoteles en la costa para seguir estirando las románticas vacaciones. Una de las zonas hoteleras más famosas se encuentra en la playa de Nusa Dua, por lo visto, de las mejores de la isla balinesa.
Para llegar hay que atravesar Denpasar (ciudad que, por si no lo sabías, es la capital de Bali), el aeropuerto y acceder a una pequeña península ubicada al sur, orientada al turismo de masas. Pues como todo Bali, ¿no? En la parte este están los resorts de Nusa Dua, mientras que en el oeste hay áreas muy populares para los nómadas digitales que decidieron instalarse en Bali, como Uluwatu.
En cualquier caso, nuestro afán por un resort todo incluido nos llevó a Nusa Dua y, en concreto, a un Hotel Meliá. Era de esperar que el hotel fuese espectacular, con zona de tumbonas en la playa, varias piscinas y un lago artificial con fuentes y otros motivos ornamentales que te hacían recordar que efectivamente seguías en Indonesia.
Algo que me gustó de esta zona hotelera es que todos los resorts están comunicados entre sí a través de un pasillo junto a la playa, de manera que cada noche puedes elegir dónde cenar. Los restaurantes, a cada cual más cuqui, por no hablar de otros detalles como las pérgolas sobre la arena, las jaimas o los farolillos. ¡Recuerda que estás de luna de miel y cada elemento está cuidado al máximo!
En cuanto a la playa en sí, no me pareció ni la mejor ni la peor del mundo. Es una playa normalita con la enorme desventaja de que a partir del mediodía el agua empieza a retirarse hasta irse por completo hasta el siguiente día. Fenómenos de los océanos, vamos. Así que por la tarde puedes aprovechar para continuar tostándote al sol (aunque sin agua) o para explorar los restaurantes playeros del lado opuesto de la zona de resorts, como Bebek Bengil, decorado superbonito y colorido y donde comer langosta, ¡que estás de luna de miel!