Había una vez un pueblo que, haciendo honor a su nombre, se llamaba Jardín. Un pueblo situado a unos de 130 km de Medellín (lo que traducido en carreteras colombianas, vienen a ser como 3 horas y media de viaje) y perteneciente, cómo no, al departamento de Antioquia, que merecería ser bautizado como el departamento de los pueblos bonitos. Si después de visitar Guatapé pensé que no podía haber un lugar más cuqui, de repente me entero de la existencia de Jardín.
Colores de la plaza principal de Jardín |
A mí los pueblos de colores me ganan, así que este sitio poco más tenía que hacer para superencantarme. Qué le vamos a hacer, soy una turista fácil. Además, lo bueno de este lugar es que no es nada turístico, por lo que conserva muy bien ese aire tradicional: las terrazas llenas de señores con sombreros típicos bebiendo su tinto, los parques llenos de familias que van a ver la vida pasar, macetas de flores colgando de los balcones… Y alrededor de todo eso, mucho mucho verde, naturaleza en estado puro a un paso del pueblo.
Exceptuando la plaza principal, donde se halla la imponente iglesia de la Inmaculada Concepción, que se abre paso entre decenas de casas coloridas, el resto, como cualquier pueblo, es un remanso de paz. De calle en calle, corres el riesgo de quedarte sin batería en la cámara por lo fotogénico que es cada rincón. Jardín es exactamente como me imaginaba Colombia antes de llegar.
Calles |
Comer en una truchera en Jardín
Y aunque sea un pueblo bastante pequeño (Wikipedia dice que posee unos 14.000 habitantes), las posibilidades son diversas. No cabe duda de que uno de los mejores planes siempre es comer (cosa que me gusta a mí especialmente y que hago mucho😀). Y aquí puedes hacerlo en una truchera tradicional, donde, como habrás adivinado aventajado lector, sí, ¡¡se come trucha!! Resulta que las trucheras son lugares donde se crían las truchas. Ya sé que resulta superobvia la explicación, pero a mí me parecen altamente curiosos estos lugares, dado que están convertidos en restaurantes en los que puedes comerte tu plato de trucha con vistas a la piscina donde campa feliz la familia de la que te estás comiendo. Es más, en algunas trucheras hasta te dejan pescarla.
El caso es que un amable señor me recomendó ir a la truchera La Argelia, a la que podía llegarse tranquilamente a pie, en un paseíto por el campo. En Colombia, el arroz blanco es el comodín que acompaña a cualquier plato, pidas lo que pidas, pero cuando es pescado, te suelen poner arroz de coco, ¡que está bueníísimo!
Una de las muchas trucheras |
Otra cosa muy chuli de Jardín es el cable aéreo o teleférico rudimentario. Creía que era solo cosa de Georgia, pero también a los colombianos parece que les flipan estos medios de transporte. Resulta que este cable aéreo es una tartana (como se puede apreciar en las fotos), aunque muy útil para los campesinos, ya que así pueden llegar fácilmente a La Garrucha. El viaje dura un par de minutos, pero lo más guay estaba por llegar.
Cable aéreo a La Garrucha |
El paraíso de las plataneras
Resulta que, un poco temerosa de adentrarme sola en el campo, eché a andar y, de repente, me topé con los paisajes más alucinantes que pudiera imaginar. ¡Plataneras por doquier! Guau, me encantó. Creo que, gracias a Colombia, se han colado en mi top 2 de árboles, por detrás de las palmeras, aunque también he descubierto que adoro los bambúes y los frailejones (de los que hablaré en otro post).
Seguí andando y encontré un pequeño poblado y, encima, el paisaje no hacía nada más que mejorar. ¡Era todo como de cuento! En una de las casitas había un pequeño cartel que ponía «tienda», así que decidí sentarme allá un rato a tomar una mazamorra, una bebida colombiana que aún no había probado y que está hecha a base de maíz y leche. No me entusiasmó, la verdad, pero mientras la bebía las señoras del lugar se quedaron charlando conmigo. Incluso, me invitaron a ver el huerto que tenían detrás de la casa, donde tenían de todo: árboles plataneros, aguacates, hierbas aromáticas, naranjas, frutas exóticas… Me dieron una clase magistral de los diferentes cultivos y tuvieron que quedarse impresionadas de mis escasos (o nulos) conocimientos de agricultura.
Paisaje de plataneras |
Así que llegué al hostel como superfeliz por todo lo que había visto y aprendido (aunque, como siempre, ya se me ha olvidado) y pensando que Jardín no me podía sorprender más. Pero eso era porque aún no sabía lo que me esperaba al día siguiente.
A pesar de que me acribillaron esa noche los mosquitos, tengo que decir que mi hostel (Canto de Agua-La Herrera) era muy chuli, sobre todo por las caminatas que organizaban cada mañana. Nos fuimos un grupo bien majo en dirección a la Cascada de la Escalera, mientras atravesábamos más campos plataneros y montañas llenas de verde. ¡Fue supergenial!
Cuando terminó, a mí me apetecía seguir explorando. Además, me habían hablado de un lugar llamado Charco Corazón, donde se encuentran unos hoteles-tubo casi únicos en el mundo. Parece ser que solo hay dos ciudades más en el mundo con este tipo de construcción.
Hoteles-tubo de Charco Corazón |
Pero hay muchísimas cosas más que hacer aquí, todo depende del tiempo que te quedes. La cueva del Esplendor, la Cueva de los Guácharos o la Cascada del Ángel son tres de las actividades más famosas. Eso sí, también muy exigentes, pues son para los más aventureros y yo, pues no lo soy mucho la verdad🙊.
Puentes de esos que cruzas y tienes la sensación de que se van a hundir |
Como recomendación, los amantes del café no pueden irse de Jardín sin pasar por Café Macanas y Café de los Andes, donde, según dicen, pueden tomarse el mejor café de todo el pueblo.
¿Cómo llegar al pueblo de Jardín desde Medellín?
Los buses en Medellín salen desde la Terminal del Sur, es decir, la que queda más o menos próxima a la estación de metro de Poblado. El precio es de unos 26.000 pesos (menos de 8 euros).
¡Pues hasta aquí, amigüitos!