Después de experimentar el Amazonas por primera vez en Perú en 2018 y tras varias estancias en Colombia, decidí que no podía irme de este país sin conocer la Amazonía colombiana. Estar en la jungla es de lo más emocionante que me ha pasado en mi vida de viajera por ser tan diferente respecto a lo que tenemos en el Viejo Continente. En 2021, los astros se alinearon y consideré que menos de una semana no se merecía el Amazonas colombiano. En siete días apenas me dio tiempo a ver una mínima parte del departamento del Amazonas, pues la realidad es que la región amazónica en Colombia se extiende por cinco departamentos más: Guanía, Guaviare, Caquetá, Putumayo y Vaupés. No en vano, el considerado pulmón del mundo representa el 42 % del territorio colombiano, es decir, casi la mitad de este país es selva. Basta con echar un vistazo a un mapa para comprobarlo. Wooow, no?
Llegada a Leticia, capital de Amazonas de Colombia
El vuelo a Bogotá salió temprano, pero cuando la emoción es tal, no pasa nada. Pasamos del frío húmedo bogotano al calor sofocante del Amazonas en apenas un par de horas. Tres años después de mi primer contacto con la selva volvía a toparme con la misma panorámica desde la ventana del avión: la del serpenteante río Amazonas bajo nuestros pies.
Para alojarnos elegimos un hostel con WiFi y desayuno incluido. Al llegar, no había ni lo uno ni lo otro. Empezábamos bien. Además, la mala suerte hizo que estuviera localizado en una de las zonas con peor cobertura de Leticia. El relax que produce la selva, así, se vio interrumpido por el estrés que produce no tener WiFi cuando tienes que trabajar. Por fortuna, ya estaba curtida en estas luchas, pues solo unos días antes me había ocurrido lo mismo en el Chocó.
¿Qué decir de Leticia? Leticia es el punto de partida en Colombia de las travesías por el Amazonas. Goza de una ubicación muy interesante: en la denominada triple frontera. Esto significa que en unos minutos caminando puedes entrar en Perú y también en Brasil. La localidad peruana más próxima es Santa Rosa, mientras que Tabatinga es el primer pueblo que te encuentras al cruzar a Brasil. A Santa Rosa tienes que acceder en lancha, pues está el río Amazonas por medio, mientras que a Tabatinga puedes ir a pie perfectamente.
La capital del departamento del Amazonas es hábitat de diversos pueblos indígenas: tikunas, uitotos, etc. Además, goza de una gastronomía particular: pirañas y otros pescados, frutas amazónicas y gusanos.
Qué comer en el Amazonas
A Leticia uno llega a la expectativa en lo que respecta a comida. ¿Habrá escorpiones fritos, cocodrilo a la plancha o carne de serpiente? Hacía meses que había renegado de la comida colombiana, así que a estas alturas no me apetecía arriesgar mucho. Lo que sí me hacía ilusión probar eran las frutas amazónicas que sumar a la enorme variedad de frutas que ya de por sí tiene el país. Por eso, no tardé mucho en probar zumos diferentes a los de siempre. Algunas de las frutas más famosas son el copoazú y el camú camú. Mientras el camú camú por lo visto es una de las frutas con más vitamina C del mundo, el copoazú es conocido como el “cacao blanco del Amazonas”.
Uno de los platos amazónicos más típicos es el pirarucú, un pescado que se encuentra entre los más grandes del mundo. Según dice este artículo, el pirarucú puede medir hasta 4 metros y pesar 200 kg. Bueno, pues la cosa es que está disponible en diferentes presentaciones: rebozado, frito, etc. También es común comer piraña. La piraña es un pez pequeñito y carnívoro que cuenta con dientes muy afilados. Una de las actividades más populares en el Amazonas, de hecho, es pescar pirañas. Después de tu hazaña, puedes comértelas.
En el restaurante El Santo Ángel probamos la pizza con almidón de yuca, una opción interesante aunque no realmente apetitosa en mi opinión. Eso sí, el mejor restaurante con diferencia de Leticia es Tierras Amazónicas.
Por último, tengo que hablar del mojojoy, un gusano realmente asqueroso y gelatinoso que puedes comerte. Parece ser que tiene muchos nutrientes. Se come vivo, aunque previamente debes arrancarle la cabeza con los dientes. Yo no fui capaz de probarlo, pero fui testigo de cómo un turista sí.
Qué hacer en Leticia, Amazonas
Leticia fue nuestra base de operaciones durante una semana. En esos días, tenía que ingeniármelas para compatibilizar el trabajo con las actividades de un día. Lo mejor es que hay un montón de opciones para day trips, aunque también hay excursiones en las que es necesario pernoctar. Afortunadamente pude permitirme el lujo de hacer uno de esos tours más largos y pasar una noche fuera.
El primer día no queda otra que dedicarlo a explorar la ciudad en sí. Como es muy pequeña y, sobre todo, no tiene gran cosa, se visita en un santiamén. Algo curioso de lo que te das cuenta cuando llegas del aeropuerto es que la periferia de la ciudad está dividida en reservas y cada una pertenece a una comunidad indígena diferente.
Aunque mi compi de viaje no lo entendía, algo que me flipa de estos lugares son las casas que están construidas sobre el agua. Son, de hecho, palafitos, es decir, están construidas sobre elevados palos de madera para que queden por encima del agua cuando llegue la época de lluvias y esos terrenos se inunden. ¡Me parecen una pasada!
Otro plan imperdible en Leticia es acudir al Parque Santander en el atardecer. A esa hora y cada día llegan centenares de pájaros a saber de dónde en busca de una rama en la que pasar la noche. Lo asombroso es que en cuestión de segundos el cielo se inunda de aves y sus cantos. La verdad es que impresiona.
1. La triple frontera: visita a Tabatinga (Brasil)
Aunque sea solo por la tontería de decir: ahora estoy en Colombia, ahora en Brasil, ahora en…, merece la pena cruzar hacia Tabatinga que, como señalé anteriormente, es el primer pueblo que te encuentras al otro lado de la frontera. Mal, muy mal nos habían hablado de este lugar. Que si cuidado, que Brasil es otro mundo, que no llevéis objetos de valor aunque vayáis por el día… Así que esos comentarios hicieron que no me llevara mi cámara, aunque sí el móvil para hacer fotos.
La realidad es que en Tabatinga no hay mucho. Simplemente la peculiaridad de que, de repente, todo está en otro idioma y la moneda es diferente. Aquí, además, lo flipé muy mucho cuando vi un cartel en un bar que decía que estaba prohibida la entrada a menores de 18 años e indígenas. En fin…
Nos acercamos al puerto, que era una auténtica cochambre, y (no sé si fue aquí o en Leticia) donde pudimos entrar en el barco que recorre todo el río Amazonas hasta Manaos. La travesía dura como 10 días y se duerme en hamacas sin privacidad ninguna y al aire libre situadas unas junto a otras en la parte superior del barco.
2. Una tarde con un abuelo uitoto de Leticia, en el Amazonas colombiano
Una de las actividades más prescindibles que hicimos fue pasar una tarde con un abuelo de la etnia uitoto. Nos habían dicho que era toda una experiencia porque los abuelos son como los líderes espirituales de su comunidad y toda una fuente de sabiduría. La idea era dar un paseo con él en las inmensidades de la jungla mientras nos hablaba de plantas medicinales, de sus tradiciones, etc. La ruta se convirtió más que otra cosa en una chapa gigantesca de un señor mayor que chocheaba.
El abuelo nos recibió con la boca verde (porque se pasaba el día mascando coca). Cada dos por tres se paraba en el camino para extraer más y más de su bolsa de plástico mientras nos contaba su vida y milagros. Nosotros le hacíamos preguntas y él siempre nos daba evasivas, nos decía que justo luego nos resolvería todas nuestras dudas o respondía lo que le daba la gana. Así que al final se convirtió en un monólogo cero interesante de un señor que no aportó absolutamente nada a la visita.
Para completar el recorrido y ya con la noche encima, nos llevó a una cabaña para hacer una especie de ritual en la que nosotros debíamos mascar un poco de esa harina de coca de su bolsa de plástico requetechupeteada por él. Al final él, todo orgulloso, nos dijo que esperaba que ya supiéramos un poco más sobre sus costumbres y tradiciones.
Precio de la actividad: 75.000 COP para 2 personas (17 euros).
3. Actividades amazónicas: trepar a un árbol
A pocos kilómetros de Leticia se localiza la Reserva Natural Omagua, donde por lo visto se encuentra la tirolina más alta de la región. Esta actividad se combina con la de trepar a un árbol y el paseo por puentes tibetanos. Yo no soy muy fan de este tipo de actividades, pero al final me acabaron liando. Todo empieza con la colocación de un arnés en tierra firme y en paralelo a un enorme árbol. Entonces, tienes que impulsarte con el cuerpo e ir trepando por la cuerda hasta llegar a la copa del árbol. Ahí empezará la travesía por las alturas, cruzando puentes tibetanos, redes que se tambalean y arrojándote en la tirolina.
Tuvo su aquel porque estando ahí arriba, a tantos metros sobre el suelo, empezó a llover fuerte y daba un poco de miedo pensar que podía caer un rayo y rompernos la cuerda. Y ¿entonces qué? Para rematar la excursión, hicimos una caminata nocturna por la selva para buscar arañas y otros insectos de la noche. Precio de la actividad: 150.000 COP para dos personas (unos 35 €).
4. Excursión a Puerto Nariño: en busca de los delfines rosados en el Lago Tarapoto
Puerto Nariño es una de las excursiones que más ganas tenía de hacer. Se trata, de hecho, del segundo municipio más importante del departamento del Amazonas. Además, es uno de los destinos más populares porque en sus inmediaciones se halla el Lago Tarapoto, donde nadan los delfines rosados. Estos son ligeramente diferentes a los delfines grises convencionales, pues tienen una trompa mucho más pronunciada. Otra de las motivaciones para visitar Puerto Nariño es que normalmente la ruta atraviesa la llamada Isla de los Micos, donde habitan cientos de monos. Por la pandemia, este lugar estaba cerrado.
Otro punto de interés en la travesía es la Reserva Natural Flor de Loto, donde se encuentra la flor de loto más grande del Amazonas, denominada Victoria Regia. Esta parada no me impresionó tanto porque ya había visto esta clase de flores en el Amazonas peruano. La última parada antes de llegar a Puerto Nariño fue en Macedonia, una comunidad de indígenas tikunas en donde vendían artesanías. A pesar de que me compré un collar muy chulo y me hice un tatuaje tikuna (que me duró 10 minutos y no una semana como me dijeron jaja), fue una visita totalmente prescindible porque está demasiado orientada al turismo. Precio de la excursión: 135.000 COP por persona (32 €).
5. Travesía en lancha por la selva inundada
Otro de los planes top es la selva inundada. Pero, ¿qué es esto de la selva inundada? Pues es el aspecto de la jungla en temporada de lluvias. Cuando es la estación seca, todo el trayecto que atravesamos en barquita debe realizarse necesariamente a pie. Pero, al estar inundada, no queda más remedio que efectuar el recorrido en barca. Y es de lo más emocionante porque debes atravesar una vegetación exuberante y esquivar los árboles en medio de un paisaje de lo más mágico.
6. Visita a una reserva de monos y chimpancés
Y si tengo que quedarme con una excursión en esa semana en el Amazonas, creo que opto por la visita que hicimos a una reserva con animales en libertad. Esta actividad formó parte de una excursión de una noche a la parte peruana del Amazonas. Además de pescar pirañas (y comerlas), buscar caimanes nocturnos, ver delfines amazónicos, escuchar leyendas varias y sufrir picaduras de mosquitos, asistimos a una reserva en la que pudimos interactuar muy de cerca con monos y chimpancés muy acostumbrados a los humanos. Estos estaban tranquilamente en sus árboles, pero bajaban a saludarte y a abrazarte. También pudimos dar de comer a un tucán que, tentado por el olor de una galleta, bajó desde la copa de un árbol para zampársela. ¡Increíble!
Hasta aquí el Amazonas de Colombia, país de mis amores!