Ya tenía ganas de escribir este post para celebrar ¡¡mi cumplemes en la capital paisa!! He pasado 30 días en Medellín, aunque a veces me parece que hayan pasado muchos más. Y esto no es algo malo, sino todo lo contrario, pues más bien tiene que ver con mi capacidad de adaptación a los sitios.
En este mes me ha dado tiempo a encontrar una casa y compañera de piso (y a otros inquilinos non gratos- aunque a ellos les da igual eso- como mosquitos, cucarachas o lagartijas blancas), hacerme una tarjeta SIM colombiana, apuntarme a clases de salsa y a piscina, hacerme la tarjeta del metro, acostumbrarme a desayunar arepas y beber batidos de frutas casi a diario, hacer amiguitos y amiguitas, salir por la noche, aprender las primeras palabras en paisa (dícese del gentilicio del departamento de Antioquía, donde se ubica Medellín), a probar frutas raras, a quemarme con el sol, a ser picada por una decena de mosquitos… Y probablemente muchas más cosas, pero ahora mismo no se me ocurren.
La Comuna 13 |
Hace unas semanas, cuando estaba a punto de aterrizar aquí y contaba a la gente mis planes de viaje, pocos eran los que no añadían la coletilla de «ten cuidado» a su comentario. En realidad, me cansé de escuchar eso porque yo ya tenía ciertos temores y eso no me ayudaba en absoluto. También, había quienes me decían: Andrea, no vayas a ir contando tu vida a todo el mundo, tú calladita con los desconocidos.
Así que ahí estaba yo, en el taxi procedente del aeropuerto camino a mi futura casa, recién aterrizada y obediente, siguiendo los consejos de todos. Un trayecto de media hora en el que Andrea iba asombrosamente callada y solo aportaba monosílabos a la conversación con el taxista. Pero, por dentro, Andrea ansiaba preguntarle tantas cosas, de Medellín, de Colombia, de la vida allí… Y sí, también le hubiera contado su vida y lo que iba a hacer, sus planes, a lo que se dedicaba, etc., es decir, justo lo que le habían dicho que no debía hacer. Pero no lo hizo y tampoco en las siguientes veces que cogió un taxi.
Esos fueron mis primeros instantes, pero ha habido muchos más. Por eso, he querido resumir en 30 mis impresiones/cosas que me han resultado curiosas de Medellín en este primer mes.
1. El acento paisa
Que me encanta es una de las primeras cosas de las que me di cuenta. Es posible que sea el acento más bonito de Colombia. Cuando algo me gusta, todo lo reduzco a guay, mientras ellos tienen un montón de adjetivos para lo mismo: chimba, bacano, chevere. Lo contrario sería una gonorrea. Pero hay muchas más expresiones que se oyen todos los días: A la orden, qué pena con usted, parce, huevón, marica, cómo así, mamasita… Y lo que más gracia me hace es cuando imitan a los españoles. Siempre la misma muletilla: ¡Joder, tío!
2. No dar papaya
Esta es una de las recomendaciones más frecuentes para los extranjeros. Básicamente se refiere a no ir enseñando tus pertenencias caras, tipo smartphone, cascos con música, cámara de última generación, joyas… Precisamente es una de las cosas a las que más cuesta acostumbrarse porque aquí se acabó, en términos generales, eso de ir tecleando en el móvil mientras andas por la calle. Aquí, lo miras un momento y lo vuelves a guardar. Nada de ir enseñándolo, si no quieres que te lo roben.
3. Verde, verde y más verde
Lo primero que me llamó la atención de mi barrio es la vegetación que hay por todas partes. Palmeras, flores, matorrales y ¡bambúes! Me gusta que sean casi todas casitas bajas con mucho verde alrededor. Se palpa en el ambiente que estás en el Trópico.
4. El paraguas siempre contigo
Pero el verde no es gratis, claro. Aún me acuerdo cuando dudaba antes de venir si echar o no el paraguas en el equipaje. Inocente de mí, ¡si es lo que más uso! Que no te engañe el sol mañanero o de media tarde porque cuando menos te lo esperes te va a caer el chaparrón del siglo. Así que, aunque salgas en chanclas y con abanico, el paraguas (o sombrilla, como dicen aquí) no puede faltar en el bolso.
5. Reggaeton en todas las esquinas
Soy una fan declarada del reggaeton y, de hecho, ya lo expuse en el anterior post. Aquí esperaba encontrármelo en todas las discotecas, pero, por si me pareciera poco, también está en cada restaurante y bar, en cada supermercado e, incluso, en la recepción de la biblioteca. ¡Me superchifla esa sensación de ir andando por la calle y que de absolutamente todos los establecimientos salgan cancioncillas de estas!
Bares de colores muyyyyy cuquis |
6. Carne, aguacate, arroz, frijoles y plátano: la base de la cocina
En Colombia hay muuucha carne: chicharrón, tocineta, ternera… Y todo ello tan fritito que va a parar directamente al culito. Por supuesto, abundan los frijoles, los patacones y el plátano maduro, el arroz… Y, curiosamente, también el queso, que lo echan a todo y en grandes cantidades. Por no faltar, no falta ni en el chocolate caliente.
Chocolate caliente con queso |
7. Las clases sociales
En Colombia, las ciudades se dividen en estratos sociales. La clasificación va del 1 al 6, siendo el estrato 1 el más pobre y el 6 el más rico. En función de tu estrato pagas más o menos impuestos y, por supuesto, también los servicios que haya en cada uno costarán en proporción al nivel de vida. Esto quiere decir que si vives en un estrato 5 o 6 jamás vas a encontrarte a nadie que sea de un estrato 1 o 2 en un bar de tu zona. No hay mezclas.
La seguridad, como no podía ser de otra manera, también está directamente relacionada con el estrato. Los barrios más ricos, en principio, son más seguros que los pobres, lo que no significa que lo sean totalmente, claro. Curiosamente, el número del estrato al que perteneces es una manera de identificarte de cara a facturas, hacerte la tarjeta del metro, apuntarte al polideportivo…
8. Teleféricos para moverse por la ciudad…
Medellín se ubica en un valle, denominado el Valle de Aburrá. No sabría decir qué porcentaje, pero una buena parte de la población (en algún sitio leí que la mitad) vive en los cerros. De hecho, es una de las estampas que más me gustan de la ciudad: las montañas llenas de diminutas casitas. En Medellín, entonces, hay metro y también metrocable o teleférico. En concreto, hay cinco líneas (y más en camino) que conectan las partes llanas de la ciudad con aquellos barrios inaccesibles.
9. … y las montañas salpicadas de chabolas
Sobrevolar la ciudad en teleférico es alucinar con la cantidad de gente que vive, como decía antes, encaramada a las montañas. Verlo de lejos resulta curioso, pero de cerca, impresiona. Y es que se trata de barrios y barrios repletos de chabolas que se ciernen en las laderas de la montaña a expensas de las inclemencias meteorológicas y los lodazales que se formarán cuando llueve (porque en Medellín llueve día sí y día también). Y ves esos tejados de hojalata con ladrillos encima (para que no se vuelen) y ventanas que no aíslan en absoluto.
10. Aunque ilegal, Uber es más recomendable que el taxi
Antes de llegar a Colombia, ya había leído que los taxis no eran del todo seguros. Así que imaginad mi cara de emoción al tener que coger uno para ir del aeropuerto a mi alojamiento. En su lugar, funciona excelente Uber, la app que trae de cabeza a los taxistas en España. De hecho, aquí ocurre más de lo mismo, ya que es una práctica ilegal y se han dado casos de taxistas que han apedreado a coches de Uber cuando se han enterado de que lo eran. ¿Solución? Sentarte delante con el conductor para que, tanto la policía (porque, repito, es ilegal) como los taxistas piensen que sois amigos/churris/padre e hija.
11. Comuna 13: uno de los barrios más peligrosos del mundo en los 90
El barrio de San Javier, más conocido como Comuna 13, era uno de los más peligrosos del mundo en la década de los 90. Y es que las balaceras (tiroteos), narcotráfico, ajustes de cuentas, robos, asesinatos y todo lo malo que os podáis imaginar campaba a sus anchas por aquí. Hoy en día, la situación es bastante diferente y, de hecho, se ha convertido en uno de los barrios más turísticos de Medellín. Eso sí, tampoco puedes salirte mucho de la ruta principal (unas escaleras mecánicas recientemente construidas, graffitis, fachadas pintadas de colores y unas vistas increíbles) porque tampoco es que sea Disneyworld.
Graffitis en la Comuna 13 |
12. Cada barrio tiene su propio «centro»
En Europa, curiosamente, el centro es lo mejor de una ciudad y todos queremos vivir lo más cerca de él. Al mismo tiempo, es lo más seguro porque siempre está lleno de gente. En América Latina pasa todo lo contrario. El centro de Medellín es de lo más peligroso de la ciudad. De ahí que cada barrio tenga su propio «centro», es decir, su zona de bares, su centro comercial… Así no tienes ni por qué salir de tu distrito. Es más, en Medellín la gente no escoge zona para vivir en función de la cercanía al centro (me consta que muchos ni van), sino en función de que sea seguro.
13. El verdadero centro
El verdadero centro de Medellín es La Candelaria. Según las estadísticas, es la zona más peligrosa de la ciudad (en relación a robos, asesinatos y esas cositas). Se compone de calles y calles a modo de mercadillo callejero gigante, con puestos de zumos, frutas, comida, ropa, etc. Por supuesto, también hay varios puntos de interés, como la Plaza de Botero, la Catedral de Medellín o la Basílica de la Candelaria, de estilo colonial. En las principales plazas, llama la atención la mezcla que hay de policías, prostitutas, mendigos, comerciantes, gente que ve la vida pasar… En cuanto cae la noche, el centro se vacía y no es nada recomendable andar por allá.
Plaza de Botero |
14. La eterna primavera
De las mejores cosas de Medellín es el clima. La llaman, no sin razón, la ciudad de la eterna primavera. La temperatura es excepcional, con un calorcito agradable para ir en manga corta. Eso sí, por la noche bajan un poco las temperaturas y puedes dormir con manta. Así que es perfecto: calor por el día y frescurri por la noche. Por el momento, lo malo, que llueve tooodos los días, aunque sean solo unas horas. Como dije anteriormente, el verde no es gratis, ¿no?
15. ¿Respetar los pasos de cebra? Si acaso, mañana
En Georgia aprendí que los pasos de cebra están de adorno, para hacer más bonitas las carreteras. Por eso, apenas me ha sorprendido que en Colombia ocurra exactamente lo mismo. Pero eso no quita que me estrese cada día al esperar y esperar y ver que nadie para. Y cualquiera se atreve a desafiarles…
16. Pablo Escobar y el narcotráfico, tema tabú
Es una pena, pero Medellín está lleno de turistas morbosos que lo único que les atrae de la ciudad es su relación con Pablo Escobar. Aquí proliferan los tours a su casa, a la cárcel que se construyó, al barrio por el que paseaba… Y los frikis de la serie ‘Narcos’ emocionadísimos recorriendo todos esos lugares. No obstante, a los colombianos les repatea el turista que llega y solo se interesa por el narcotráfico, las drogas y el señor ese. Para ellos, Colombia ya no es la misma que antes y, en concreto, Medellín está mejorando a pasos agigantados. Por eso, les apena y les indigna a partes iguales que el tema siempre sea el mismo.
17. ¡Todo un mundo de frutas exóticas!
Aunque yo no sea muy fan de las frutas, la verdad es que aquí estoy comiendo más que nunca (anda eh, mami, para que luego digas). Pero porque me he propuesto probarlas todas. Atrás quedaron las aburridas peras y manzanas porque en Colombia encontramos frutas tan curiosas como la pitaya, el tomate de árbol, el murrapo (o plátano bebé), la granadilla, la guanábana, la guayaba, el carambolo, el mamoncillo… y todas las que me faltan por descubrir.
Puesto de zumo de guanábana |
18. La colonización
La colonización es un tema recurrente cuando un colombiano se entera de que eres española. Digamos que aún no comprenden cómo podemos seguir estudiando aquello del ‘Descubrimiento de América’, cuando la realidad es que no puedes descubrir algo que ya existía. Ellos prefieren llamarlo conquista o invasión; ellos prefieren hablar de saqueo, robo de riquezas y de oro, esclavitud, masacres, identidad cultural perdida…Pero oye, ¡les llevamos la Biblia!
19. El agua es potable
En Medellín, el agua del grifo se puede beber sin ningún problema ni temor a tener diarrea. No sé si esa será la razón de que el agua embotellada sea tan cara y Andrea esté al borde de la ruina porque no le gusta el agua del grifo 🙁
20. Puestos de frutas, zumos, arepas y comida en cada calle
Otra cosa que me encanta de Medellín son los puestos callejeros, aunque sean tentaciones constantes. Los que más abundan son los de zumos y frutas, aunque también de arepas, souvenirs, perritos calientes, empanadas…En fin, todo un mundo de cosas que pueden mandar a freír espárragos tu operación bikini.
21. La pobreza y los habitantes de calle
No necesitas estar ni una semana aquí para darte cuenta de la tremenda desigualdad que existe. Da igual que tu barrio sea el mejor, siempre verás a un mendigo (o habitante de calle, como los llaman en Colombia) deambulando por la calle, durmiendo entre cartones atravesado en el suelo… La pobreza es una realidad que no solo ves en forma de personas descalzas, sucias o con harapos, también está presente en personas un poco mejor vestidas vendiendo chicles o aguacates o empujando un carrito con patatas en cada calle, en cada esquina. Según un estudio, el 44% de la población en el departamento de Antioquia, del que es capital Medellín, es pobre. Una pena, vamos.
22. Un paraíso a 2 horas de Medellín
En un mes he salido mucho de fiesta, pero no tanto de excursión. Mi primera escapada de fin de semana no fue muy lejos, tan solo a 2 horas de Medellín, pero la elección no pudo haber sido mejor. Guatapé es un pueblecito de colores. Absolutamente todas sus casas tienen las fachadas decoradas con diferentes motivos, así que os podéis imaginar qué ganas de fotografiarlo todo. Además, en sus alrededores hay un embalse precioso lleno de pequeñas islas. ¡Una maravilla!
Guatapé es taaan colorido |
23. Una ciudad para nómadas digitales
Por lo visto, Medellín es una de las ciudades top para nómadas digitales, es decir, para aquellos que trabajan en remoto como una servidora. Eso se nota en la cantidad de cafeterías cuquis con wifi que hay y la cantidad de estadounidenses y europeos que ves en los barrios «bien» con sus portátiles de aquí para allá. Por no mencionar los coworking a precio de oro (como el gel de baño, del que hablaré más adelante), pues se nota a quiénes están dirigidos (no a mí, desde luego).
24. Ciudad de bicicletas
Medellín es una ciudad bike friendly, a juzgar por sus kilómetros y kilómetros de carril bici que hay y su infraestructura de préstamo de bicicletas. Así, es común caminar pendiente de que no te atropelle ningún coche y, un poco antes, una bicicleta al atravesar su carril.
25. A quien madruga, Dios le ayuda
En estos lares, ya es de noche a las 18.30 horas y, para qué engañarnos, no es muy recomendable andar sola por casi ningún sitio cuando ya se fue el sol. Por ello, me he visto obligada a creer en este dicho y modificar mi horario. Es más, a las 6.00 horas ya hay plena actividad en la calle (eso me lo han contado, que madrugar tiene un límite) y, por eso, se van antes a dormir. Como «adonde fueres, haz lo que vieres», yo intento (muchas veces, en balde) levantarme a las 7.00 horas e irme a dormir a las 23.00 horas para aprovechar más el día.
26. El gel de baño a precio de oro
El gel, champú, crema, compresas y todas esas cosillas tan imprescindibles en nuestro día a día no son más baratos que en España. De hecho, resulta casi imposible encontrar un gel de baño de más de 300 ml que no te cueste un riñón. Así que he decidido abandonar la búsqueda y pasarme al interesante mundo de las pastillas de jabón, que hay toda una estantería dedicada a ellas en cada supermercado.
27. Nadie va en pantalón corto
Anteriormente dije que el clima de Medellín es como primaveral, pero hay días que ¡hace un supercalor! Son esos días en los que tan ricamente irías con tu camiseta de tirantes, tu pantalón corto y tus sandalias. Pero se ve que eso tú, porque aquí las chicas, ya puede hacer un sol típico de agosto, que ellas no se quitan sus pantalones vaqueros largos y algunas lucen hasta alguna chaquetilla. Eso sí, las noches de los viernes y sábados, cuando bajan las temperaturas y eres tú la que sacas la chaqueta y te pones, ya sí, de buen agrado, tus pantalones largos, entonces, las paisas se enfundan sus pantalones y faldas más cortas.
28. Ley Seca
Hace una semana tuvimos elecciones en Colombia. Lo curioso es que aquí impera la Ley Seca y no permiten vender alcohol en ningún sitio (bar, discoteca, supermercado, tiendecilla de barrio…) desde la tarde de antes (es decir, desde el sábado) del día de las elecciones hasta la mañana del lunes. Eso significa que ese sábado no hay discotecas abiertas porque nadie quiere salir a bailar con zumo de naranja…
Embalse de Guatapé |
29. Rappi, la aplicación que te trae cualquier cosa a casa
Además de Uber, una app que no puede faltar en tu móvil es Rappi. Se trata de un tipo al que tú le dices lo que quieres (por ejemplo, quiero dos manzanas) y te las trae a casa por un módico coste adicional. Yo he visto pedir a Rappi de todo jajaja.
30. ¿Es Medellín seguro? Ejem-ejem
Y, finalmente, llegamos al punto más polémico. En mi primera semana, hubiera respondido a esta pregunta con un rotundo NO. Un mes después, rebajaría el tono y diría: bueeeeno, no mucho. En Europa no valoramos la seguridad que tenemos. Esos pequeños detalles de ir caminando con el móvil en la mano sin quitar la vista del Whatsapp, llevar la cámara colgada del cuello o sacar dinero de un cajero en la calle, en Medellín son impensables. Aquí tienes que acostumbrarte a pasar desapercibida, a enseñar lo mínimo y, lo peor para mí, a pensar que por la noche ninguna calle o ningún rincón es seguro.
Mi calle, que durante el día es la mar de mona, por la noche se transforma en un lugar vacío, oscuro y que quieres atravesar lo antes posible. Yo lo asocio un poco a un «toque de queda» porque, a partir de cierta hora, las calles (exceptuando las de bares y restaurantes) se vacían como por arte de magia y solo hay mendicidad y tipos que no sabes muy bien de qué van. Aunque poco a poco lo vas normalizando, no creo que nunca te llegues a acostumbrar a esa sensación de inseguridad constante, tanto de día como de noche.