Parece que fue ayer cuando preparaba la maleta con algo de desconcierto a causa del tifón Yagi. Y es que mi vuelo estaba programado para menos de una semana después de que el tifón más potente en las últimas décadas arrasase el norte de Vietnam y Hanói, la capital. Así que me imaginaba (y las noticias contribuyeron un poco a eso) aterrizando en una ciudad inundada y llegando a mi hotel a saber cómo (¿en barca?). Además, había reservado un hostel junto al río y solo unos días después, a causa del tifón, las autoridades estaban recomendando evitar la orilla a causa de las inundaciones. En fin, un caos todo.
La cosa es que llegué y me recibieron algunos restos del tifón, claro, pero sobre todo un calor pegajoso como no había sentido nunca. Pero daba igual porque siempre es muy emocionante empezar una nueva aventura en la que nada se parece a tu cotidianidad y nada sale como tú esperas. Entonces, aparcas tu zona de confort y de repente te das cuenta de que ¡llevas 30 días! Sí, señores, ¡1 mes ya! Así que veamos todo lo que me ha sorprendido de Vietnam hasta la fecha.
1. La prioridad nunca son los peatones
En el orden de prioridades en Hanói (y, mucho me temo, en Vietnam en general) están, en primer lugar, las motos. Luego, los coches. En tercer lugar, las ratas y las cucarachas. Y puede que en el cuarto lugar, los peatones. Y es que después de deambular por varias ciudades latinoamericanas y africanas en las que el paso de cebra es simplemente un adorno en el asfalto, nada puede compararse a las vías de Hanói.
Estaba claro que el paso de peatones no iba a respetarse. Ok, eso ya no sorprende a nadie. Pero el semáforo estaba siendo más o menos sagrado en otros lugares del mundo. En Hanói no. Es más, las decenas de motos que se aproximan hacia ti te van a pitar porque “estás pasando en un semáforo en verde”. ¿Qué queda? Pues arriesgar tu vida ni más ni menos. Y es que cuando te envalentonas y echas a andar en esa calzada atestada de vehículos “al menos” esperas que reduzcan la velocidad un poco porque, no sé, ¿pueden atropellarte? Pero no. Que llegues vivo al otro lado de la carretera es cuestión de suerte y de la pericia del conductor de saber esquivarte.
2. El calor húmedo y asfixiante de Hanói
Llevo un mes, así que no soy experta en el clima de Vietnam. Pero sí puedo decir que nunca había visto un calor tan sofocante. Hanói me dio la bienvenida con los restos del tifón, pero también con una humedad que te hace estar chorreando todo el día. Me recordó a mis días en la selva, pero claro, ahí estás en modo exploradora y el look acompaña al sudor, pero en una gran ciudad, sudar todos tus atuendos no es tan glamuroso. Esto fue en septiembre y me dijeron que nada que ver con el calor de junio y julio, que septiembre es hasta “fresquito”. Madre mía.
3. La cerveza, con hielo
Recuerdo con una sonrisa las marcas de cerveza en Tanzania: Safari y Kilimanjaro, nombres que aluden a dos de los principales atractivos del país. Pero en Vietnam tampoco se han roto mucho la cabeza porque las dos cervezas más populares son Hanói y Saigón, precisamente las dos ciudades más importantes. Aunque, según te vas moviendo, descubres que cada ciudad tiene su propia cerveza, que coincide con el nombre de esta: Ha Long o Quy Nhon, por ejemplo.
Otra cosa relacionada con la cerveza es que en todo el país está normalizado beber cerveza con hielo. A veces te traen la botella caliente y puedes llegar a entenderlo, pero otras veces la lata está fría y también te traen hielo. Dicen las malas lenguas que la resaca, así, es menor.
4. Más gelatina, por favor
Los asiáticos son muy fans de las gelatinas y, cómo no, también los vietnamitas. Hay un mundo de tés fríos (que en España conocemos como bubble tea) llenos de bolitas gelatinosas de diferentes colores y sabores. Pero también hay puestos dedicados a la comercialización de gelatinas que la gente come con yogur de coco. En realidad, es un poco de yogur invadido por decenas de bolitas, cuadraditos y hasta tiburones de gelatina que casi llegan a parecerse a las chucherías.
5. La tarjeta más manoseada del mundo
Pienso en lo recatados que somos en España y, en general, en Europa con las tarjetas ajenas y me entra la risa de lo poco que lo son aquí. Desde que existen los pagos sin contacto, hace mucho que ni los dependientes de una tienda o los cajeros de un supermercado tocan tu tarjeta para pagar. Es más, rozarla mínimamente se ha convertido en un sacrilegio.
En Vietnam, estás en un restaurante, quieres pagar y viene el camarero, coge tu tarjeta, se la lleva a la barra, él mismo se encarga de pasarla por el datáfono y, cuando ha terminado la transacción, unos minutos después, regresa y te la devuelve. Qué confianza, ¿no?
6. Ventiladores everywhere
En Hanói te asas, pero incluso así ves a todo el mundo en la calle tomándose su té o comiendo su sopa. Eso sí, todos con ventilador. Las terrazas de los restaurantes están literalmente tomadas por ventiladores: prácticamente uno por mesa. Y si tienes suerte y sois dos personas y no hay mucha gente en el lugar, hasta os ponen uno a cada uno. Así, cuando vas paseando por la calle, debes tener cuidado de no tropezar con los cables alargadores de los ventiladores.
7. Comer con palillos, imprescindible
En los sitios menos turísticos, solo te darán palillos y, como mucho, una cuchara. Si no sabes comer con palillos, te reto a que te comas unos noodles con una cuchara. Ya te adelanto que está complicada la cosa. Afortunadamente, en los lugares con más turismo, sí te ponen tenedor. Como nunca se sabe, lo mejor es manejar el arte de los palillos. No seas como yo, que quedo siempre fatal.
8. El café está increíble
Que me perdone Colombia, pero el café de Vietnam está increíble, el mejor que he probado. Y lo digo yo que soy cero cafetera. Aquí me entusiasma que llegue el desayuno para tener una nueva oportunidad de seguir probando cafés. ¡Hay miles! A saber: café con leche de coco (el mejor), café de huevo (el más famoso), café salado (curioso), café con té de matcha y leche de coco, café con plátano, café con yogur, café con leche condensada (demasiado fuerte)…
9. La influencia francesa en la comida
Durante casi 70 años Vietnam fue colonia francesa. En concreto, cuando existía lo que se denominó Indochina, territorio formado por Vietnam, Laos y Camboya. Entonces, en los años 50 se fueron los franceses, pero dejaron algunas cositas. ¡Como el pan! Sí, en Vietnam es habitual comer con pan y, de hecho, uno de los platos más conocidos es el banh mi, un bocadillo de pollo o ternera, verduras y especias. A los vietnamitas les encanta untar este bocadillo también con paté, otra herencia francesa.
10. Las terrazas para liliputienses
Anteriormente hice una rápida mención a la cantidad de terrazas de bares y restaurantes. Eso es algo guay de Vietnam, y es que el tiempo cálido permite hacer mucha vida en la calle. Lo curioso es que todas las terrazas están cortadas por el mismo patrón. Es como si todas se equiparan en la misma tienda de muebles: ¡de muebles infantiles! Me explico, las terrazas constan de sillas y mesas de plástico diminutas, más propias de niños que de adultos. Son superincómodas y parece imposible aguantar ahí mucho rato, pero lo cierto es que los vietnamitas están tan panchos en esas sillas que parecen de juguete.
11. Los autobuses cama, ¡qué invento!
Vietnam es un país alargado, lo que significa que las distancias pueden ser enormes. Pensar que tienes que echar 8-10-12 horas de autobús para llegar a tu próximo destino abruma un poco. Pero todo cambia cuando descubres que ¡hay buses cama! Los buses cama, como su nombre indica, no tienen asientos, sino camas, más o menos cómodas. Como todo en la vida, hay clases y clases. Hay algunos menos espaciosos y más cutres y otros VIP tipo cápsula, con cortinilla y televisión individual. No importa la clase que elijas, en todos ellos es absolutamente obligatorio entrar descalzo.
Es muy curioso que en cada parada que hacen para ir al baño, ponen a la salida una cesta llena de chanclas y ahí nos ves a todos los pasajeros deambulando por el bar de carretera en cuestión en chanclas con calcetines.
12. Barra libre de rutas de autobús
Y hablando de autobuses, algo guay de Vietnam es que absolutamente todas las ciudades están conectadas entre sí, es decir, no hace falta pasar por Hanói. Por supuesto, esto facilita mucho las cosas y agiliza los trayectos porque puedes conectar el mapa entre sí como te apetezca.
13. Hoteles y Masajes, los principales negocios
Creo que no exagero si digo que hay más establecimientos de masajes (y uñas) que restaurantes y bares. Cada dos o tres locales, encuentras una casa de masajes. Además, este es el negocio que más tarde cierra e, incluso, me atrevería a decir que algunos ni cierran. Simplemente, los masajistas se echan en el sofá y, al mínimo ruido, se levantan de súbito y te dicen: “¿Masaje?”.
El otro gran negocio son los homestays, alojamientos regentados por familias. Estas viven en ellos y se encargan de todos los tejemanejes de estos hoteles con mayor o menor acierto e intentando corresponder (muchas veces en vano) a las necesidades de los turistas. Hay homestays muy modestos y otros que perfectamente pasan por hoteles. Al ser llevados por familias locales, casi nunca suelen hablar inglés, por lo que la comunicación es bastante complicada.
En ciudades como Ha Long, lo anteriormente explicado queda muy bien reflejado. Hay hileras de homestays intercalados con establecimientos de masajes. Muchos de estos homestays, me temo, están vacíos porque creo que no hay viajeros para tantos alojamientos.
14. Los cacahuetes se comen mojados
Uno de los momentos más graciosos que recuerdo fue en una cena con la familia dueña de mi homestay. Después de cenar, empezaron a pasarse cacahuetes entre ellos. Cuál fue mi sorpresa cuando abrí uno de ellos y me percaté de que estaba mojado. Con mucha risa, le hice saber a mi compi esa percepción y me dijo: ah, es que aquí los cuecen. Pues nada, cacahuetes mojados, lo más normal del mundo.
15. Ratas que cruzan
Dejo para el final la razón de que tenga microinfartos cada día y mi corazón esté un poco más debilitado. En todas las ciudades es bastante normal pasear por la calle y ver ratas o ratones que cruzan corriendo. A veces los ves de chiripa y otras, corretean delante de ti. El día que estoy escribiendo estas líneas es aún por la mañana y ya me he cruzado con cuatro.
¡Seguro que me dejé decenas de curiosidades! Pero es que una es tan viajera, que pocas cosas ya sorprenden. 🤭